Al único que puede
y me hace desestabilizar
el equilibrio del camino a mi felicidad.
El que me lo crea impenetrable,
denso, verdaderamente estrecho
hasta el punto en que,
simplemente, caigo.
Sordo, mudo, ciego,
desesperado y aterrorizado.
El peor de los infiernos,
tu infierno, tu mundo, tú.
Para ti pequeño caballero,
el único atajo a la vía
es la buena y sudada venganza.
Pues nunca nadie se ha podido a sí mismo.
Espera un segundo,
o un tiempo inconcreto,
suspira y contémplate solo.
Totalmente uno
contra la oscuridad al completo.
Véngate. Véngate de ti mismo.
Pisa fuerte y estabiliza
los pasos en tu camino,
tu verdad: tú. Muere o morirás.
Y por fin, luz,
brisa corriendo por tu piel.
Vuelve a suspirar y sonríes.
Porque es tan dulce al paladar de tu vida
la venganza a tu ego,
que los demás ya te llenan,
te amplían, te mejoran.
Venganza a mi, por mi.
A lo que también
por cada uno de los viandantes.
Guillermo Díez Deustua